La lección de Auschwitz
Ahora que hemos conmemorado el sexagésimo aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, paradigma del mayor horror que imaginarse pueda la Humanidad, la explotación industrial del proceso de exterminio de seres humanos en nombre del nacionalismo étnico, conviene no banalizar la Shoa con comparaciones contemporáneas.
Pero como nos lo han rogado muchos intelectuales y todos los supervivientes del Holocausto, no debemos olvidar jamás que lo que ahora parece increíble sí fue posible, y fue posible en la supuestamente culta y civilizada Alemania. No debemos olvidar las causas para prevenir que pasito a pasito, el nacionalismo étnico, que es esa Bestia que duerme en el interior de todos los hombres, sea despertada por políticos iluminados, arribistas, sin escrúpulos, que hacen demagogia con el instinto de territorialidad que late en nosotros como mamíferos que somos, para conseguir de forma espuria el poder, el poder absoluto, aunque sea de un pequeño territorio. La limpieza étnica es el primer paso hacia un Holocausto quizá o no- irrepetible como tal en su dimensión, pero es un camino cualitativamente semejante. Ahí están los ejemplos contemporáneos de la ex Yugoslavia, y aquí están los balbuceos en Cataluña y los pasos firmes en Vasconia.
Por eso debemos recordar lo que nos recuerda Antonio Elorza en su artículo Auschwitz desde España, al hilo de lo que hoy nos trae de nuevo la prensa, los contactos realmente existentes del PSOE por medio de recaderos del presidente del PSE, Jesús Eguiguren- con ETA de cara a un nuevo alto el fuego. Elorza nos trae el mensaje de la superviviente Violeta Friedman: Perdonar sólo era posible en el caso de existir una prueba fehaciente de arrepentimiento de los verdugos, y de su mutación en fiscales de su propia actuación pasada. Algo, pienso, perfectamente aplicable a los etarras de hoy. Y olvidar, nunca. Los ejercicios de amnesia, disfrazados de humanitarismo, servían sólo para que la máquina ideológica de la destrucción se pusiera impunemente de nuevo en marcha. Su rostro se crispaba al explicarlo.
Pero como nos lo han rogado muchos intelectuales y todos los supervivientes del Holocausto, no debemos olvidar jamás que lo que ahora parece increíble sí fue posible, y fue posible en la supuestamente culta y civilizada Alemania. No debemos olvidar las causas para prevenir que pasito a pasito, el nacionalismo étnico, que es esa Bestia que duerme en el interior de todos los hombres, sea despertada por políticos iluminados, arribistas, sin escrúpulos, que hacen demagogia con el instinto de territorialidad que late en nosotros como mamíferos que somos, para conseguir de forma espuria el poder, el poder absoluto, aunque sea de un pequeño territorio. La limpieza étnica es el primer paso hacia un Holocausto quizá o no- irrepetible como tal en su dimensión, pero es un camino cualitativamente semejante. Ahí están los ejemplos contemporáneos de la ex Yugoslavia, y aquí están los balbuceos en Cataluña y los pasos firmes en Vasconia.
Por eso debemos recordar lo que nos recuerda Antonio Elorza en su artículo Auschwitz desde España, al hilo de lo que hoy nos trae de nuevo la prensa, los contactos realmente existentes del PSOE por medio de recaderos del presidente del PSE, Jesús Eguiguren- con ETA de cara a un nuevo alto el fuego. Elorza nos trae el mensaje de la superviviente Violeta Friedman: Perdonar sólo era posible en el caso de existir una prueba fehaciente de arrepentimiento de los verdugos, y de su mutación en fiscales de su propia actuación pasada. Algo, pienso, perfectamente aplicable a los etarras de hoy. Y olvidar, nunca. Los ejercicios de amnesia, disfrazados de humanitarismo, servían sólo para que la máquina ideológica de la destrucción se pusiera impunemente de nuevo en marcha. Su rostro se crispaba al explicarlo.
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