Tan sólo un estadista en el Congreso
El debate del plan Ibarretxe-Ternera el pasado día 1 en el Congreso de los diputados causó una honda preocupación en buena parte de la militancia socialista y en un número importante de ciudadanos. La razón es que se vio a un líder de la oposición, que con el mejor discurso de su vida, apareció ante la ciudadanía como un estadista, un hombre de Estado, el presidente del gobierno español realmente existente; mientras que un Zapatero, como siempre demagogo y populista, se dedicó, no a defender al Estado de derecho de la cornada secesionista, sino a hacer propaganda electoral de cara a las inmediatas elecciones vascas.
Pero resulta que Zapatero no se presenta a los comicios autonómicos, sino que es el presidente de gobierno español en el momento en que se produce un acto de sedición por parte del 51 % del parlamento vasco contra la Constitución y el Estatuto de autonomía.
La prueba del nueve es que al día siguiente, ante la mezcla de preocupación, decepción y desasosiego tanto socialista como ciudadano en general, el populista Zapatero se vio obligado a charlar tomando un café con decenas de periodistas para tratar de borrar la nefasta imagen del debate.
Zapatero, en su afán electoralista y demagogo, pareció en su discurso enterrar el Estatuto de Gernika e incluso la Constitución. Su único objetivo era pagar peaje a sus socios secesionistas de ERC e intentar atraer a votos nacionalistas moderados en el País Vasco. Como si fuera tan sólo el líder del PSOE. ¡Como si no fuera el presidente del gobierno! El martes en el Congreso tan sólo hubo un estadista: Rajoy. Si las cosas siguen así, Zapatero no dura los cuatro años de legislatura; en el 2006, pronostico elecciones generales.
Pero resulta que Zapatero no se presenta a los comicios autonómicos, sino que es el presidente de gobierno español en el momento en que se produce un acto de sedición por parte del 51 % del parlamento vasco contra la Constitución y el Estatuto de autonomía.
La prueba del nueve es que al día siguiente, ante la mezcla de preocupación, decepción y desasosiego tanto socialista como ciudadano en general, el populista Zapatero se vio obligado a charlar tomando un café con decenas de periodistas para tratar de borrar la nefasta imagen del debate.
Zapatero, en su afán electoralista y demagogo, pareció en su discurso enterrar el Estatuto de Gernika e incluso la Constitución. Su único objetivo era pagar peaje a sus socios secesionistas de ERC e intentar atraer a votos nacionalistas moderados en el País Vasco. Como si fuera tan sólo el líder del PSOE. ¡Como si no fuera el presidente del gobierno! El martes en el Congreso tan sólo hubo un estadista: Rajoy. Si las cosas siguen así, Zapatero no dura los cuatro años de legislatura; en el 2006, pronostico elecciones generales.
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