BLAIR, MAYORÍA ABSOLUTA
Los ciudadanos del Reino Unido componen en la praxis moderna de la democracia el pueblo más longevo de Europa, y por tanto del mundo. Y eso se nota, y mucho, a la hora de votar. Los británicos no se han dejado anestesiar por los mensajes estupefacientes de la posmodernidad, las monsergas pacifistas, ecologistas, multiculturalistas, proislamistas y etnicistas en las que es un maestro consumado nuestro chamarilero de la máscara sonriente, el presidente Zapatero.
A pesar del apoyo bélico que Blair prestó a la guerra de Bush contra el sátrapa iraquí, apoyo no sólo político-humanitario como el de Aznar, a pesar de las torpes mentiras con las que de forma estúpida pretendieron justificar la invasión mesopotámica, los ciudadanos británicos no se han dejado convencer por los charlatanes de feria que venden el crecepelo mágico de la demagogia posmoderna.
Los británicos han votado una izquierda lo suficientemente liberal como para traer la prosperidad económica a las islas y lo suficientemente socialdemócrata como para progresar socialmente asegurando servicios públicos de calidad en la sanidad, la educación, etc. Le han perdonado el pecado de Irak porque son conscientes de que, aunque se haya equivocado o no- en la táctica bélica, lo importante es que acierta en la estrategia antiterrorista, antiislamista y proamericana. Los países anglosajones siempre nos han defendido del imperialismo alemán y de sus colaboracionistas franceses.
Los Estados Unidos y el Reino Unido nos salvaron dos veces el siglo pasado de las garras del nacionalismo alemán, pero dudo que puedan hacerlo una tercera vez, porque el cretinismo político del resto de Occidente, especialmente de la vieja Europa, está alcanzando cotas extraordinarias. En cualquier caso, los pueblos americano y británico han reelegido a sus líderes a pesar de la guerra de Irak, porque valoran ante todo la defensa de la democracia de Occidente frente a la amenaza de la alianza de nacionalistas e islamistas. El primero era de derechas y el segundo de izquierdas. Pero hay algo mucho más importante que la ideología: la defensa de la civilización.
En cambio, en España, echamos del poder a los que se enfrentaban al terrorismo nacionalista y al terrorismo islamista, y colocamos en su lugar al flautista de Hamelin que nos adormece con su musiquilla de la alianza de civilizaciones, o sea, de la rendición ante los terroristas. Y es lógico, porque nuestra tradición democrática es escasísima comparada con la de los países anglosajones.
A pesar del apoyo bélico que Blair prestó a la guerra de Bush contra el sátrapa iraquí, apoyo no sólo político-humanitario como el de Aznar, a pesar de las torpes mentiras con las que de forma estúpida pretendieron justificar la invasión mesopotámica, los ciudadanos británicos no se han dejado convencer por los charlatanes de feria que venden el crecepelo mágico de la demagogia posmoderna.
Los británicos han votado una izquierda lo suficientemente liberal como para traer la prosperidad económica a las islas y lo suficientemente socialdemócrata como para progresar socialmente asegurando servicios públicos de calidad en la sanidad, la educación, etc. Le han perdonado el pecado de Irak porque son conscientes de que, aunque se haya equivocado o no- en la táctica bélica, lo importante es que acierta en la estrategia antiterrorista, antiislamista y proamericana. Los países anglosajones siempre nos han defendido del imperialismo alemán y de sus colaboracionistas franceses.
Los Estados Unidos y el Reino Unido nos salvaron dos veces el siglo pasado de las garras del nacionalismo alemán, pero dudo que puedan hacerlo una tercera vez, porque el cretinismo político del resto de Occidente, especialmente de la vieja Europa, está alcanzando cotas extraordinarias. En cualquier caso, los pueblos americano y británico han reelegido a sus líderes a pesar de la guerra de Irak, porque valoran ante todo la defensa de la democracia de Occidente frente a la amenaza de la alianza de nacionalistas e islamistas. El primero era de derechas y el segundo de izquierdas. Pero hay algo mucho más importante que la ideología: la defensa de la civilización.
En cambio, en España, echamos del poder a los que se enfrentaban al terrorismo nacionalista y al terrorismo islamista, y colocamos en su lugar al flautista de Hamelin que nos adormece con su musiquilla de la alianza de civilizaciones, o sea, de la rendición ante los terroristas. Y es lógico, porque nuestra tradición democrática es escasísima comparada con la de los países anglosajones.
4 comentarios
cie -
Zapatero queremos saber
Anónimo -
El problema es que los políticos buscan el aplauso y el voto inmediato, pero las consecuencias de sus decisiones debemos cargarlas los ciudadanos para el resto de nuestras vidas. La única solución a esto sería frenar a los políticos su monopolio de decisión, que ellos fueran los gestores pero que la sociedad fuera la que, con su opinión pública y sus organizaciones cívicas maduras e independientes (no correas de transmisión, como es el caso hasta ahora: véanse las movilizaciones bajo el anterior gobierno y la nulidad de movilizaciones actuales) parara los pies a los políticos.
Un saludo
Anónimo -
¿Y qué pasará el día en que ya no haya nada que entregar, nada que trapichear, una vez hayan vaciado al "Estado" -léase España, el conjunto de todos los españoles-? ¿O qué pasará cuando mañana descubramos que el experimento de la legalización masiva nos ha dejado sin solucionar el problema que pretendía resolver, pero... multiplicado? ¿Se pondrán nuestros políticos las pilas para estudiar -en base a anteriores experiencias de otros países- cómo integrar a millones de extranjeros llegados en un breve período de tiempo, para evitar las tensiones, errores, xenofobia, etc., ocurridos en otros países? ¿O se limitarán a fórmulas vacías del estilo amaos unos a otros?
Jorge -