MUERE UN LÍDER MUNDIAL
Ha muerto sin duda un personaje para la Historia, un líder mundial del siglo XX. El Papa Juan Pablo II era, además de un líder espiritual para los católicos, que al fin y al cabo son una minoría en el mundo, una persona con un liderazgo mundial indiscutible a nivel político, social y cultural, pues no podemos olvidar que el Vaticano es, también, un poder terrenal de primera magnitud.
Los laicos que podemos ver con mayor objetividad las consecuencias del reinado de este Papa mediático y carismático, debemos destacar las luces y las sombras de este hacedor de puentes. Sin duda, lo más positivo de Juan Pablo II ha sido su determinación y convicción profunda en sus ideas, aunque para muchos de nosotros, los que tenemos una visión ilustrada, científica y liberal de la vida, nos parecieran reaccionarias. Pero en estos tiempos donde el pensamiento débil de la posmodernidad amenaza los logros de la civilización occidental rodeada por fuerzas emergentes nada flácidas como el nacionalismo y el islamismo, es bueno defender con fuerza las propias ideas, aunque sean discutibles y discutidas.
En segundo lugar, podríamos destacar su papel en defensa de la libertad cercenada por el totalitarismo de izquierdas, el comunismo, y su contribución a la caída del Muro de Berlín, así como el freno echado a la infiltración marxista en el seno de la Iglesia, la mal llamada Teología de la Liberación, embrión de totalitarismo e incluso terrorismo en muchas partes del Globo. Y en tercer lugar, podríamos subrayar su labor humanitaria con los pobres del mundo.
Pero no podemos negar las grandes sombras dejadas por un Papa tremendamente reaccionario y ultra-conservador en lo moral, inmiscuyéndose en la vida privada de las personas de una manera obscena: su apoyo a las sectas más reaccionarias del catolicismo, como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, ha supuesto un retroceso considerable respecto al aggiornamento del Concilio Vaticano II. Su responsabilidad en el avance del SIDA y de las hambrunas por superpoblación en el tercer mundo debido a su irracional política en el tema de los métodos anticonceptivos y del uso del preservativo es histórica. Su visión de la sexualidad y del derecho a decidir sobre la propia muerte es oscurantista. Su negativa a permitir el avance científico con la investigación de células madre embrionarias es inhumana. ¿Y qué decir de su permisividad ante los curas trabucaires que pululan especialmente por Europa con soflamas etno-nacionalistas como los que padecemos en Cataluña y Vasconia?
Esperemos que el nuevo Papa sea tan social como Wojtyla, pero más, mucho más, liberal.
Los laicos que podemos ver con mayor objetividad las consecuencias del reinado de este Papa mediático y carismático, debemos destacar las luces y las sombras de este hacedor de puentes. Sin duda, lo más positivo de Juan Pablo II ha sido su determinación y convicción profunda en sus ideas, aunque para muchos de nosotros, los que tenemos una visión ilustrada, científica y liberal de la vida, nos parecieran reaccionarias. Pero en estos tiempos donde el pensamiento débil de la posmodernidad amenaza los logros de la civilización occidental rodeada por fuerzas emergentes nada flácidas como el nacionalismo y el islamismo, es bueno defender con fuerza las propias ideas, aunque sean discutibles y discutidas.
En segundo lugar, podríamos destacar su papel en defensa de la libertad cercenada por el totalitarismo de izquierdas, el comunismo, y su contribución a la caída del Muro de Berlín, así como el freno echado a la infiltración marxista en el seno de la Iglesia, la mal llamada Teología de la Liberación, embrión de totalitarismo e incluso terrorismo en muchas partes del Globo. Y en tercer lugar, podríamos subrayar su labor humanitaria con los pobres del mundo.
Pero no podemos negar las grandes sombras dejadas por un Papa tremendamente reaccionario y ultra-conservador en lo moral, inmiscuyéndose en la vida privada de las personas de una manera obscena: su apoyo a las sectas más reaccionarias del catolicismo, como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, ha supuesto un retroceso considerable respecto al aggiornamento del Concilio Vaticano II. Su responsabilidad en el avance del SIDA y de las hambrunas por superpoblación en el tercer mundo debido a su irracional política en el tema de los métodos anticonceptivos y del uso del preservativo es histórica. Su visión de la sexualidad y del derecho a decidir sobre la propia muerte es oscurantista. Su negativa a permitir el avance científico con la investigación de células madre embrionarias es inhumana. ¿Y qué decir de su permisividad ante los curas trabucaires que pululan especialmente por Europa con soflamas etno-nacionalistas como los que padecemos en Cataluña y Vasconia?
Esperemos que el nuevo Papa sea tan social como Wojtyla, pero más, mucho más, liberal.
1 comentario
Qarlos -